De forma coloquial, podemos decir que la fascia es como una segunda piel que envuelve todo nuestro cuerpo y posibilita todos sus movimientos, por pequeños que sean. Tiene un papel muy importante en nuestro bienestar, ya que su disfunción puede llegar a causar mucho dolor.
La fascia es un sistema continuo, que se extiende desde la planta de los pies hasta la parte superior de la cabeza y tiene tres capas:
- Fascia superficial: se encuentra directamente debajo de la piel. Almacena agua y grasa, permite que los nervios la atraviesen y permite que los músculos muevan la piel.
- Fascia profunda: rodea e infunde músculo, hueso, nervios y vasos sanguíneos a nivel celular.
- Fascia más profunda: se asienta dentro de la duramadre del sistema craneosacro.
Las restricciones de la fascia pueden ocurrir dentro de cualquiera o todas las capas.
La fascia es un tejido conectivo fibroso de colágeno. Además, une estructuras y permite que se deslicen suavemente unas sobre otras. Las fascias intervienen en la transmisión de fuerzas y tensiones, además de ofrecer protección a las diferentes estructuras.
Por otro lado, es una estructura flexible capaz de resistir grandes fuerzas de tensión unidireccionales. Con el tiempo, si la carga persiste de manera lenta y sostenida, se produce una deformación lenta y retardada. Cuando cesa la carga, la fascia vuelve a su forma original.
Cuando se cargan durante un período de tiempo prolongado, los tejidos se alargan hasta que alcanzan un punto de equilibrio. Si la carga se mantiene, con el tiempo se producirá una deformación crónica.
La fascia puede acortarse, solidificarse y engrosarse. Como consecuencia de esta disfunción fascial, puede aparecer dolor, rigidez, fatiga de los tejidos y reducción del rendimiento y la función.
Las principales causas de la disfunción fascial pueden ser traumatológicas, metabólicas o posturales. Por ejemplo, trabajar demasiadas horas seguidas delante del ordenador, utilizar el teléfono móvil durante largos periodos, un latigazo cervical después de un accidente de tráfico, dormir en una posición incómoda… Todo esto puede estar causando cambios en la red fascial y ello ocasionar patrones compensatorios que generen demasiada tensión en el sistema fascial.